Fast Fashion: ¿Un modelo sostenible?
- Close Economy
- 5 jun 2016
- 17 Min. de lectura
La situación de la industria textil hace pensar en la necesidad de un cambio de modelo productivo
El 3 de diciembre de 2015 Mango anunció que apostaría por un modelo fast fashion,. La firma de moda catalana explicaba en su nota de prensa que “la marca abastecerá cada quince días a sus tiendas con las prendas de mayor tendencia del momento, para dar respuesta a las exigencias del mercado”. De este modo, la empresa se suma al modelo cada vez más popular del usar y tirar, con Inditex y Amancio Ortega como precursores en España. Esto nos ha llevado a una sociedad en la que manda el síndrome de la moda rápida, que según el sociólogo Zygmunt Bauman se basa en “velocidad, exceso y desperdicio”.
Los informes de la Campaña Ropa Limpia publicados durante el 2014 revelan que H&M factura más de 13 000 millones de euros, Benetton más de 2 000, Zara supera los 11 000 y Mango va más allá de los 1 000. El estudio también muestra que el consumo ha ido aumentando con el paso de los años, incrementándose entre un 5 y un 15% en función de la empresa desde 2010.
En la misma línea, según el Instituto Nacional de Estadística, durante el 2014 se recogieron 7 668 toneladas de residuos textiles en España. Las cifras demuestran que el consumo de materia textil aumenta progresivamente a cada año y, en consecuencia, lo hacen también los deshechos. ¿Cómo se explica este incremento en el uso de tejidos por parte de las productoras?
La periodista británica Lucy Siegle, destacada por sus artículos sobre el consumo responsable y sostenible con el medioambiente, ya trató de dar una explicación años atrás. En su libro: To Die For: Is Fashion Wearing Out the World? (2011) denunciaba que, en prácticamente 10 años, las empresas han introducido un modelo de consumo en el cual se reduce drásticamente el coste de producción de las prendas, con el objetivo de producirlas en mayor cantidad y con mayor frecuencia. Así pues, los clientes pueden adquirir las prendas a un precio inferior al del anterior modelo. Siegle denominó a este nuevo modelo de consumo fast-fashion.
Este enfoque de moda rápida empezó a finales de los 90, cuando las marcas de ropa buscaban nuevas formas de aumentar sus beneficios. Según un estudio de la Universidad de Cambridge sobre la producción publicado en 2002, con la incorporación del diseñador George Davies en la cadena de supermercados Asda se pasó de una fabricación de prendas simples a bajo precio, a la creación de líneas de ropa low cost.
No obstante, este concepto de consumo rápido es anterior al del modelo de la industria textil. Ya en los años 50 apareció el método Toyota, también conocido como just in time, debido a la situación automovilística japonesa en la que había una gran escasez de capital. Este método consistía en producir los elementos que se necesitan, en las cantidades que se necesitan y en el momento que se necesita.
Esto nos conduce de nuevo a la situación actual. Según Zaloa Basaldúa, una de las socias del laboratorio de reciclaje textil AltrapoLab, la producción just in time fomenta una producción en grandes cantidades y en lapsos de tiempo muy breves. Así, la ropa pierde mucha calidad, estando pensada para tener un uso útil mucho menor y renovarla constantemente.
¿Por qué este modelo just in time se ha extendido entre las grandes empresas? Porque funciona. La empresa Inditex, grupo propietario de las cadenas Zara, Massimo Dutti y Stradivarius, entre otras, ha elevado su beneficio hasta un 20%, lo que supone unos ingresos de 2 020 millones de euros, en el último ejercicio de 2015. Esta línea positiva se confirma también con la expansión del grupo, que ha abierto más de 230 tiendas en el mismo año.
Aunque Inditex es el grupo textil más destacado, el resto de grandes empresas también siguen viendo como aumentan sus beneficios en los últimos años. A la ya comentada anteriormente H&M, que en 2015 facturó una cifra superior a los 16 000 millones, se suman la norteamericana GAP con 14 600 millones. A menor escala, la empresa catalana Mango también ha aumentado su facturación hasta sobrepasar los 2 000 millones, con unos beneficios de 107 millones de euros.
POLÍTICAS DE LAS INDUSTRIAS TEXTILES
¿Qué cambios ha supuesto este nuevo modelo en las empresas? La escritora Leslie Lazar Kanuk ya planteó en el año 1999, en su obra Comportamiento del consumidor, la futura obsolescencia de las temporadas en la moda afirmando que “el clima, la difusión de las tendencias y la respuesta rápida de ciertas marcas convierten las dos temporadas en un sistema arcaico”. Según la autora, las empresas ya pretendían por aquel entonces cambiar los hábitos de consumo del cliente final, pasando de percibir dos únicas temporadas en función de la época del año a una necesidad constante de renovación.
Miriam Bolívar, encargada de una de las tiendas de la cadena Stradivarius, confirma esta idea en la actualidad. Conociendo el funcionamiento de la empresa desde dentro, explica que cada semana les llegan tres camiones que descargan ropa de nuevas colecciones y reposiciones. Estas reposiciones se reciben durante aproximadamente tres semanas, de tal manera que las nuevas colecciones sustituyen de manera progresiva a las antiguas en ese lapso de tiempo. Existen algunas unidades concretas, como la línea basics, que están disponibles durante todo el año, pero son excepciones del modelo habitual.
No obstante, para entender la política de ventas de las tiendas de ropa en la actualidad es imprescindible entender el negocio online. Las empresas priorizan la venta mediante sus páginas web por delante de las tiendas físicas. En consecuencia, todos los productos son ofrecidos en primera instancia en el portal web para garantizar que todo el público tenga acceso a ellos independientemente de su ubicación o tienda más cercana. Transcurridos unos días, los mismos productos llegan a las tiendas en el pedido semanal, pero lo hacen de manera desigual.
Este modelo se refuerza mediante la figura del Product Manager que, según explica Mango en su portal web, se encarga de elaborar estudios en base a las ventas online para saber qué productos pueden tener más salida en cada área o tienda física.
Ahora bien, ¿qué consecuencias tiene este enfoque de consumo rápido? La diseñadora Amaya Arzuaga afirma que Zara es ‘’lo peor que les había podido pasar a los diseñadores’’. Denuncia que “el problema de la moda es que las tendencias no siguen su cauce natural porque las empresas saturan al consumidor final con nuevos modelos y colecciones que no están mucho tiempo disponibles. Con esto, se genera la sensación en el cliente de que debe comprar un producto en cuanto lo ve aunque no lo necesite, por miedo a quedarse sin él.”
Más allá del propio consumo, Arzuaga afirma que esta producción masiva también devalúa el proceso creativo, que pierde frescura y resulta más forzado. La diseñadora entiende que las líneas de ropa se ven más favorecidas con unos tiempos de creación más pausados.
Sin embargo, la problemática no reside únicamente en una cuestión estilística, sino también en un grave conflicto medioambiental. Según la Fundación para la Investigación y el Desarrollo Ambiental (FIDA), el consumo anual por persona se encuentra entre los 7 y los 10kg de ropa o de residuo textil, sin tener en cuenta la cantidad de residuo que genera la propia industria. La misma FIDA afirmaba en 2005 que el consumo anual por persona se encontraba entre los 5 y los 7 kg.
Xavier Dalmau, voluntario de la FIDA, afirma que “para mantener el ritmo de esta máquina estamos permitiendo que medio planeta trabaje en condiciones de esclavitud y al mismo tiempo agotando los recursos naturales para que unos pocos cambiemos nuestro armario cada temporada”.
La asociación Greenpeace ya denunció en noviembre de 2012 a algunas marcas de ropa como Inditex por sus consecuencias en el ciclo tóxico del agua. Esta denuncia se hizo tras la campaña Detox que Greenpeace comenzó en 2011, en la que se expuso la relación entre las sustancias químicas que utilizan este tipo de industrias y la contaminación del agua. Esta investigación incluía 20 marcas de moda globales, entre las que estaban Giorgio Armani, Levi’s y Zara.
Ante esta denuncia, Zara incorporó tejidos ecológicos a sus colecciones, introdujo biodiesel en su flota de camiones e inició una campaña de reducción de residuos y de reciclaje. “No cabe duda que hay una parte de lavado de cara de muchas empresas que se escudan en que producen en orgánico. Con esto parece que ya están haciendo un favor al planeta pero las cifras de contaminación aumentan a cada año. Al final todas estas acciones son únicamente de cara a la galería” explica Xavier Dalmau.
Para matizar estas cifras de contaminación, Lucy Siegle ya explicó en su libro (op. cit.) que por cada kilo de ropa que consumimos se usan 0,6 litros de petróleo, 60 litros de agua y se desecha un kilo de residuos sólidos. Además, advirtió que el poliéster tarda en degradarse 200 años y la piel sintética 600. Hay que tener presente que, estando estas prendas pensadas para ser desechables y renovadas constantemente, los niveles de contaminación se disparan.
Según el Departamento de Asuntos Rurales del Reino Unido (DEFRA) el sector textil es uno de los ámbitos con las cadenas de fabricación más largas y complicadas de la industria manufacturera, abarcando los sectores de la agricultura, de la química, del textil y de servicios.
El DEFRA añade que, cuando se tiñe la ropa, se produce un proceso de alto impacto que consume grandes cantidades de agua, energía y químicas. Esto convierte al proceso de teñido en uno de las mayores contaminadores del mundo. Con todo esto, la industria textil conlleva un gran impacto medioambiental que necesita un replanteamiento de sus bases.
De hecho, el periódico The New York Times ya anunció en diciembre de 2008 que de los dos millones de toneladas de ropa que se adquieren cada año en el Reino Unido, un 74% acaba en vertederos.
LA OPCIÓN DE LAS PRIMERAS MARCAS
Ahora bien, ¿por qué los consumidores han caído en este modelo de fast-fashion? ¿En qué sentido les puede favorecer una renovación de vestuario a corto plazo? Para reflexionar sobre este y otros modelos de consumo podemos seguir la teoría que introdujo el psicólogo estadounidense Abraham Maslow con su obra A Theory of Human Motivation en 1943. Así, la llamada Pirámide de Maslow se estructura de la siguiente manera:

Con ella, Maslow pretendía organizar por estratos el orden en el que el ser humano prioriza la satisfacción de sus necesidades. Así, a medida que va cubriendo sus carencias más elementales, situadas en la base de la pirámide, va ascendiendo para cubrir aquellas consideradas como accesorias.
Con esto, hay que entender en primera instancia el hecho de vestirse como una de las necesidades básicas, que forma parte del estrato de Seguridad. A día de hoy, esta necesidad está totalmente cubierta para cualquier ciudadano de a pie, con lo que entran en juego los dos siguientes estratos. A través de este modelo de tendencias efímeras, las empresas han creado en el consumidor la sensación de tener que comprar constantemente ropa para estar a la moda y no sentirse excluido socialmente. Esto, sumado al rápido deterioro de las prendas, logra que el cliente las deseche y vuelva a comprar constantemente.
Un caso concreto. Georgina Salomón es una estudiante de 20 años y actualmente compra dos prendas de ropa al mes, que ascienden a 24 piezas al año, en tiendas como Zara o H&M que siguen el modelo de ropa rápida: “la mayoría de veces tengo que tirar las camisetas cuando han pasado seis meses porque les empiezan a salir bolitas. Los pantalones me suelen durar un año, ya que después empieza a desgastarse su color o se desfilan, y los zapatos me duran un año porque después empieza a despegarse la suela.”
Al igual que la obsolescencia programada en la tecnología, las prendas de ropa también tienen una fecha de caducidad con dos vertientes diferenciadas: la calidad de la prenda que hace que se estropee en poco tiempo, y la renovación constante de las tendencias.
Así lo confirma Carme Pérez, una madre trabajadora de 48 años. Está convencida de que la ropa que llevaba antes era de más calidad. Se queja de las fibras que se utilizan hoy en día, de cómo se estropea la ropa y de lo poco que transpira. Muchas de las prendas que llevaba ella de joven las ha podido aprovechar su hija en la actualidad, teniendo éstas una esperanza de vida impensable hoy en día. Así pues, ¿no se puede comprar actualmente ropa con la calidad de antaño?
Sí. Es en este punto que ganan fuerza las primeras marcas clásicas, como Ralph Lauren, Lacoste, Bikkembergs o Burberry. Estos grupos no han necesitado implementar el enfoque de fast fashion ya que, tras haberse ganado una reputación en el mercado de la moda, han podido seguir vendiendo sus productos al mismo precio. En consecuencia, sus tejidos también siguen siendo de buena calidad y no sufren este deterioro tan acelerado. Además, también mantienen en mayor medida el modelo clásico por temporadas, sacando sólo prendas nuevas en las épocas del año señaladas. Por último, estos productos de corte más clásico son independientes de las tendencias, con lo que no quedan desfasados con el paso de los años.
Además, cada vez son más los diseñadores que defienden el modelo slow fashion para compensar todos los daños de este ritmo frenético de producción. El diseñador Steffano Gabbana ya expresó en 2012: “creo que todos tenemos que sentarnos y reflexionar sobre la ansiedad que produce la constante necesidad de anticiparnos, es hora de comer, vivir y vestir el momento”. De este modo, la propuesta slow fashion opta por la venta de prendas atemporales que puedan acompañar al consumidor durante años. En palabras de la diseñadora Donna Karan, “no se trata de comprar más, si no de comprar mejor”.
Con todo esto, las primeras marcas son una buena opción dentro de las políticas actuales de la industria textil. Volviendo a la Pirámide de Maslow, cubren con más solvencia los estratos de Afiliación y Reconocimiento, al tratarse de distintivos que gozan de más prestigio social y buen nombre. Su alto precio puede ser un impedimento, pero también se compensa en gran medida por la duración y calidad que ofrecen.
ESCUELAS DE DISEÑO: ¿POSIBLE SOLUCIÓN?
Pese a la alternativa de las primeras marcas, el ciudadano medio sigue consumiendo en gran medida los productos de fast-fashion, lo que supone un gran problema medioambiental y de consumo de tejidos, como ya se ha explicado anteriormente. Otra vía que merece la pena tratar respecto a este conflicto es el de la enseñanza en las escuelas de moda.
Es importante saber si estas instituciones, que están formando a los futuros diseñadores y trabajadores del sector, están concienciadas con este asunto que tiene repercusiones severas tanto a nivel medioambiental como económico. De ellos depende que en el futuro este enfoque de consumo rápido se modifique por otro más sostenible y de mayor calidad.
En primer lugar, el funcionamiento de las escuelas de diseño privadas como la Escuela Superior de Diseño ESDi, el Centro Universitario de Diseño Bau o el Instituto Europeo di Design (IED), se rige por los siguientes principios: los alumnos se encargan de adquirir por sus propios medios los tejidos que necesiten para elaborar los trabajos de los centros, con lo que tienen la opción de utilizarlos de segunda mano o a partir de retales de tela. Por lo demás, las escuelas se encargan de enseñar el oficio de diseñador como tal, sin entrar en las especificaciones de cualquier grupo empresarial o en cuestiones medioambientales y de modelos de consumo.
También hay que tener en cuenta el coste económico de estos estudios. Por ejemplo, en Bau cada crédito ECTS cuesta 112 euros, suponiendo una suma de 28 800 euros para conseguir la carrera en su totalidad. El centro comentado es de los más baratos dentro del ámbito, y es que otros como IED prácticamente duplican la cantidad anterior, llegando a los 41 200 euros para cursar los estudios y teniendo en cuenta que se superen todos los créditos en la primera convocatoria.
En lo que respecta al consumo responsable de tejidos, se han desarrollado algunas iniciativas con el objetivo de plantear medidas alternativas y sostenibles. Por ejemplo, en el año 2012, las escuelas de moda enseñaron a reciclar prendas en The Brandery, una feria de diseño organizada por la Fira de Barcelona que se realizó entre 2009 y 2012. Así, los centros pudieron aprovechar el espacio Brandtown para enseñar a crear nuevas prendas a partir de retales de tela, ropa usada y objetos antiguos.
Por ejemplo, el Centro Universitario de Diseño Bau llevó a cabo un taller centrado en la renovación de prendas usadas mediante la combinación de diversos materiales. Por otro lado, IED enseñó a realizar joyas con todo tipo de materiales, incluso comestibles. Finalmente, la Escola Illa hizo muñecos de trapo a través de tejidos reciclados.
No obstante, estos eventos son excepciones muy puntuales. Anna Amill, estudiante del Grado Superior de Diseño de Moda en la Escola Llotja de Barcelona, explica que las escuelas no dan mucha importancia a estos métodos alternativos: ‘’Los centros de moda no tratan en su plan docente el reciclaje de tejidos. Más allá de las cuestiones medioambientales, es un gasto económico muy elevado para el alumno tanto por la compra de tejidos como por las herramientas para hacer los diseños’’. Por tanto, los propios alumnos sí están más concienciados con esta problemática, aunque en muchas ocasiones no les queda otra opción que utilizar telas nuevas.
Con todo lo expuesto, las instituciones académicas tampoco son una solución a día de hoy para el problema que supone el modelo de fast-fashion. Al igual que con las otras empresas, la sensación es que nadie sabe nada de las consecuencias de la fabricación masiva de prendas de ropa, hasta que las asociaciones dedicadas a preservar el medioambiente denuncian estas malas prácticas.
Como se ha mostrado al principio, los beneficios económicos siguen subiendo, y los centros de diseño cuentan con una gran afluencia de estudiantes y de ingresos todos los años. Por lo tanto, queda patente que a la industria de la moda y todo lo que la rodea no le interesa un cambio de ningún tipo, con lo que los futuros profesionales se inician en el sector laboral con la idea de que la moda es efímera y sin preocuparse por las consecuencias que afectan al planeta.
MEDIDAS ALTERNATIVAS
El Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de España expone en su página web que, para evitar el exceso de residuos textiles, es necesario el consumo y uso responsable, la preparación para la reutilización y la propia reutilización directa. El Ministerio subraya la importancia de llevar a cabo estas actividades para evitar una mayor contaminación.
Las actuaciones para hacer más sostenible la industria del textil se basan en las tres R: reducir, reutilizar y reciclar. Este modelo fue popularizado por la organización ecologista Greenpeace en 2004. Esto es, reducir el consumo de materiales y suministros de energía, reutilizar materiales a los que se les pueda dar un segundo uso (por ejemplo, utilizar las dos caras de una hoja) y reciclar aquellos elementos que ya hayan cumplido por completo su función pero que aún puedan tener un nuevo uso. Las dos primeras R dependen de los consumidores, de aquello conocido como los hábitos de consumo, y la última depende tanto de la población como de las empresas.
LA OPCIÓN DE LA SEGUNDA MANO
Otra de las opciones que provienen del consumo es la compra de artículos de segunda mano, que formaría parte de la reutilización. El dependiente de la tienda de segunda mano Holala Plaza, Ernesto Manjón, afirma que con la actual situación económica las ventas han aumentado. A pesar de ello, remarca que la mayoría de sus clientes prefieren la ropa ya usada por una cuestión de estilo, de amor a las prendas vintage.
Las prendas vintage son aquellas prendas antiguas de calidad que surgieron de la moda y el estilo de hace unas cuantas décadas. El diseñador Gori de Palma explica que ‘’las tiendas de segunda mano van dirigidas a todos, sobre todo a gente joven más unida a la moda y que busca prendas concretas.”
Enya Oller, es una chica de 21 años que hace unos meses descubrió la ropa de segunda mano: “Compro ropa de segunda mano porque me resulta más económico y puedo comprar marcas que de primera mano serían muy caras. Además, aprovecho aquella ropa que otra persona no quiere y de otro modo se desperdiciaría. Si sabes buscar bien y te fijas en la calidad la ropa te da un resultado buenísimo.”
INICIATIVAS SOLIDARIAS
Otro de los gestos que los consumidores pueden hacer para darle una segunda vida a la ropa es donarla. En España se encuentran la ONG Humana y el proyecto aRopa2 para gestionar la donación de aquellas prendas que la población quiera donar.
La ONG Humana promueve la protección del medio ambiente impulsando el reciclaje y la reutilización del textil usado. Para conseguirlo aplica la filosofía de las 3R. En 2015 la Fundación recogió en torno a 18 000 toneladas de ropa y calzado usado que, según afirman, si se hubieran incinerado habrían provocado la emisión de 57 042 toneladas de CO2.
La empresa aRopa2 recoge la ropa donada y la lleva a su planta de selección y tratamiento. Una vez allí, separan las prendas entre aquellas que se entregarán a las personas con necesidades básicas, las que se venderán en tiendas de segunda mano y las que se destinarán a la elaboración de borra o trapo para la industria. Aquellas prendas que vayan a ser reutilizadas pasarán por un proceso de higienización y acondicionamiento.
RECICLAJE: ¿UN MODELO VIABLE?
Y es que la reutilización de tejidos usados para generar nuevas prendas de ropa y otros materiales está ganando mucha fuerza en los últimos años. Son muchas las empresas que se plantean el aprovechamiento de ropa que ya ha cumpldo su ciclo de vida para darle nuevas funciones. No obstante, esta alternativa está todavía en vías en desarrollo y todavía presenta incógnitas sobre su rentabilidad.
Un ejemplo es la empresa Triturats la Canya, situada en Olot. Este grupo aprovecha los tejidos para fabricar piezas aislantes, hilos de algodón y paneles de aislamiento. Para reciclar materiales textiles, estos se trituran y se convierten en fibras. Dependiendo de cuál sea la utilización final, se pueden incorporar otros materiales durante el proceso para adaptar el tejido a su nuevo uso. Después se carda el compuesto para limpiar y mezclar las fibras y, finalmente, el material se hila y queda preparado para procesos posteriores de tejeduría o tricotado.
Zaloa Basaldúa afirma que sería posible enfocar una industria textil que dé mayor protagonismo a la reutilización de materiales en lugar de la importación de nuevas materias, pero también entiende que no podría basarse en ello exclusivamente ya que “la mayor parte de materia prima que tenemos para reutilizar es de una calidad pésima”.
Gori de Palma cree en la posibilidad de una industria textil basada en el reciclaje, pero no la ve viable como opción de bajo coste: “Estar trabajando con prendas y materiales usados supone invertir el doble de trabajo: desmontar, restaurar y volver a montar. Por ello, no podrá asociarse al bajo coste nunca.”
Esta afirmación queda respaldada por un informe del Departamento de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid. El documento muestra que el tratamiento del reciclaje textil tiene un coste de 100€ por tonelada métrica, contando únicamente el tratamiento de la tela y teniendo en cuenta que no todo podrá ser aprovechable.
Para contextualizar estas cifras, tenemos que tener presente que el coste aproximado de una tonelada de algodón en España es de 310’30€ según el Ministerio de Agricultura. en una línea similar, el poliéster tiene un coste aproximado de 205’10€ por tonelada. Después, esto materiales se mezclan con otros más económicos para fabricar las prendas.
No obstante, los procesos de fabricación de las prendas de ropa son mucho más económicos que los de reciclaje de las mismas prendas. Además, las materias primas se aprovechan prácticamente en su totalidad para la creación de atuendos, mientras que el material reciclado, dada la mala calidad de los tejidos originales, supone una productividad final muy baja con gran parte del reciclaje desechado.
Así pues, las empresas que están implantando este modelo de reutilización lo hacen más por cuestiones medioambientales y éticas que por ahorro económico. Aun así, el hecho de que el modelo de producción masiva actual sea insostenible a nivel medioambiental hace pensar que el reciclaje seguirá ganando presencia en los próximos años.
Además, la reutilización de ropa también supone un factor social importante: las plantas de reciclaje crean más puestos de trabajo que las incineradoras, según Greenpeace. La plataforma ha afirmado que el número de empleos generados por tonelada tratada con incineración de residuos es de "entre 7 y 39 veces menor que si se reciclase o se recuperase el material". Esto supone que, si se fomentaran las plantas de reciclaje frente a las incineradoras, se crearían entre 4 000 y 22 000 nuevos puestos de trabajo directo en España.
De todas formas, la opción más rentable es destinar las prendas de ropa recicladas a la fabricación de otros productos completamente diferentes a la moda. La marca de bajo coste Intimissimi, que pertenece al grupo Calzedonia, inició una campaña de reciclaje textil en 2015. Esta campaña instaba a las clientas de la marca a dar su ropa interior vieja a cambio de descuentos para comprar ropa interior nueva. Los materiales recaudados se reciclaban y se destinaban a la creación de paneles de aislamiento acústico en colaboración con la empresa I:CO. Por cada kilogramo reciclado se ahorraban 6 000 litros de agua, 3,6 kg de CO2, 0,3 kg de fertilizantes y 0,2 kg de pesticidas.
Por otra parte, las prendas de mejor calidad tienen una salida de la que el resto no dispone: las tiendas de segunda mano. Tal y como muestra el informe del Departamento de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid, la venta directa de prendas utilizadas es hasta cuatro veces más rentable que el reciclaje. Esta tendencia está cogiendo mucha fuerza en las grandes ciudades como Barcelona, en la que podemos encontrar numerosas tiendas estilo vintage como Holala, Flamingos, L’Arca o Velvet. En la misma línea, las prendas de ropa de primeras marcas, dada su duración y su carácter atemporal, resultan más rentables al venderlas de segunda mano que para reciclaje, ya que pierden mucha calidad en el proceso de reutilización.
A falta de un cambio de modelo de producción en la industria textil, esta alternativa de venta de primeras marcas de segunda mano se presenta como la opción más beneficiosa, tanto para el consumidor final como para el medio ambiente. Aun con esto, mientras a la mayoría de empresas les siga reportando beneficios su modelo fast-fashion, cuesta pensar en un cambio generalizado dentro del sector.
Comments